1.6.11
Lo mío, lo mío, lo mío...
Al chile si tienes más o menos mi edad y no conociste la felicidad en cubos cremosos de lácteo conocidos en los early 80´s como "Quesito Mío" la neta es que tu Mamá no te quería wey.
Y si acabas de descubrir que eso que sientes en el pecho y cubres con humo de cigarro no es sino un hueco de amor maternal generado en tu infancia, te recomiendo que no leas este post, pero si tu curiosidad es grande y quieres probar un trozo de cielo cremoso adelante.
Un día su blogero de confianza caminaba haciendo el súper por uno de esos súper mercados donde van ñoras de 60 a cazar weyes de 30 en las noches. Pues me encuentro como siempre en la fila del jamón (y no me refiero a mi sobrepeso) cuando de pronto una voz femenina me hace una invitación " Gusta probar la nueva presentación de... - fade out - ... al chile ni la pelé, ni la voltee a ver, pero por no ser completamente culero, le tomé a ciegas un trozo de pan untado con su majestad cremosa, que hasta ese momento yo desconocía.
Justo cuando una de las ruquitas calientes me echó el ojo le doy una delicada mordida al trocito de pan untado y en el nanosegundo en que la cremosidad tocó mi lengua...
Zoom in a mi ojo, viaje en putiza por fotos y videos de mi vida en un largo y vertiginoso túnel de recuerdos hasta llegar a la primavera del 84, El pequeño yo montado en su máquina verde pedaleando por la banqueta de la calle Dios Fuego, el olor a sopa de pasta sale de las ventanas de las casas mientras yo hago ruidos de motor con mis labios y siento la brisa en mi rostro mover mi pelo largo a la Beatle.
Esa voz hace ese grito que nunca volveré a escuchar. ¡¡¡Javi a comer!!! y pedaleo como el demonio haciendo un 360 en mi máquina verde, que a diferencia de los triciclos convencionales era ligera como el viento y podía girar 360 grados con sólo mover una de sus palancas que fungían de volante. Mis zapatos Puma carrito iluminan mi camino (ok era la 1 de la tarde pero vale madres) de un brinco salto de mi máquina verde y ruedo por el pasto de la entrada del número 37 de la misma calle, siempre me ensucio las rodillas por eso tengo parches de balones de tocho en mi pantalón levi´s vaquero semi acampanado, casi no veo nada con mi fleco pero a Mamá le gusta mi pelo así.
Entro en ese comedor de aluminio y vinil color blanco con naranja y flores amarillas. Me siento en una de esas sillas tubulares, veo en cámara lenta una helada y goteante jarra de Perk de uva posarse sobre la mesa.
Las tortillas recién salidas de la tortillería, lo sé. yo fuí por ellas.
y ahí viene ese bowl de cerámica naranja con interior blanco lleno de sopita de letras, casi no distingo el olor que emana entre tomate, pollo, amor y dulzura.
Mamá me ofrece dos opciones para coronar mi sopa como si le hiciera falta algo más a tan bello platillo. El sol parece iluminar con la gracia de Dios® las manos de mi madre, que me ofrece rebanar un plátano delicadamente escogido del mercado de los martes sobre mi sopa o un cuadrito de majestuosa y elegante felicidad delicadamente empacada en aluminio con la leyenda impresa en tinta azul: Mío y el logo de Chambourcy.
No hay forma de elegir, mamá lo sabe y abre en cubo dejando caer ese cubo cremoso de amor de aquella empresa hoy desaparecida, al incorporarse en mi sopa, escucho a los ángeles del cielo corear la palabra "mío" es sólo mío.
Corte de golpe a su servidor babeando al morder el trocito de pan en el súper que es aún más efectivo que un flux capacitor y un delorean.
Lo había buscado por años hasta olvidar que lo vivi, hoy sin más ni más regresó a mi finamente empacado ahora en triangulitos sin ningún nombre alusivo a mi propiedad y dentro de una caja redonda de cartón con el empático logo de esa vaquita color rojo que se ríe. De hecho la marca se llama "La vaca que ríe" ¿Cómo diablos no reír si posee la piedra angular de mis comidas de la infancia? He comprado cajas y cajas y cada que termina el día saboreo lo que ahora representa mejor a un triángulo de amor. Y me río con esa vaca, mi risa es de satisfacción porque como dice Mariano Osorio, si amas algo, déjalo libre y si regresa es tuyo. Hoy veintitantos años después ha vuelto a mi así que aunque no lleve el mismo nombre y aunque no lo anuncie Chabelo en la tele, sé que es mío, todo mío.
Y esa vaca, sólo ríe.
Y si acabas de descubrir que eso que sientes en el pecho y cubres con humo de cigarro no es sino un hueco de amor maternal generado en tu infancia, te recomiendo que no leas este post, pero si tu curiosidad es grande y quieres probar un trozo de cielo cremoso adelante.
Un día su blogero de confianza caminaba haciendo el súper por uno de esos súper mercados donde van ñoras de 60 a cazar weyes de 30 en las noches. Pues me encuentro como siempre en la fila del jamón (y no me refiero a mi sobrepeso) cuando de pronto una voz femenina me hace una invitación " Gusta probar la nueva presentación de... - fade out - ... al chile ni la pelé, ni la voltee a ver, pero por no ser completamente culero, le tomé a ciegas un trozo de pan untado con su majestad cremosa, que hasta ese momento yo desconocía.
Justo cuando una de las ruquitas calientes me echó el ojo le doy una delicada mordida al trocito de pan untado y en el nanosegundo en que la cremosidad tocó mi lengua...
Zoom in a mi ojo, viaje en putiza por fotos y videos de mi vida en un largo y vertiginoso túnel de recuerdos hasta llegar a la primavera del 84, El pequeño yo montado en su máquina verde pedaleando por la banqueta de la calle Dios Fuego, el olor a sopa de pasta sale de las ventanas de las casas mientras yo hago ruidos de motor con mis labios y siento la brisa en mi rostro mover mi pelo largo a la Beatle.
Esa voz hace ese grito que nunca volveré a escuchar. ¡¡¡Javi a comer!!! y pedaleo como el demonio haciendo un 360 en mi máquina verde, que a diferencia de los triciclos convencionales era ligera como el viento y podía girar 360 grados con sólo mover una de sus palancas que fungían de volante. Mis zapatos Puma carrito iluminan mi camino (ok era la 1 de la tarde pero vale madres) de un brinco salto de mi máquina verde y ruedo por el pasto de la entrada del número 37 de la misma calle, siempre me ensucio las rodillas por eso tengo parches de balones de tocho en mi pantalón levi´s vaquero semi acampanado, casi no veo nada con mi fleco pero a Mamá le gusta mi pelo así.
Entro en ese comedor de aluminio y vinil color blanco con naranja y flores amarillas. Me siento en una de esas sillas tubulares, veo en cámara lenta una helada y goteante jarra de Perk de uva posarse sobre la mesa.
Las tortillas recién salidas de la tortillería, lo sé. yo fuí por ellas.
y ahí viene ese bowl de cerámica naranja con interior blanco lleno de sopita de letras, casi no distingo el olor que emana entre tomate, pollo, amor y dulzura.
Mamá me ofrece dos opciones para coronar mi sopa como si le hiciera falta algo más a tan bello platillo. El sol parece iluminar con la gracia de Dios® las manos de mi madre, que me ofrece rebanar un plátano delicadamente escogido del mercado de los martes sobre mi sopa o un cuadrito de majestuosa y elegante felicidad delicadamente empacada en aluminio con la leyenda impresa en tinta azul: Mío y el logo de Chambourcy.
No hay forma de elegir, mamá lo sabe y abre en cubo dejando caer ese cubo cremoso de amor de aquella empresa hoy desaparecida, al incorporarse en mi sopa, escucho a los ángeles del cielo corear la palabra "mío" es sólo mío.
Corte de golpe a su servidor babeando al morder el trocito de pan en el súper que es aún más efectivo que un flux capacitor y un delorean.
Lo había buscado por años hasta olvidar que lo vivi, hoy sin más ni más regresó a mi finamente empacado ahora en triangulitos sin ningún nombre alusivo a mi propiedad y dentro de una caja redonda de cartón con el empático logo de esa vaquita color rojo que se ríe. De hecho la marca se llama "La vaca que ríe" ¿Cómo diablos no reír si posee la piedra angular de mis comidas de la infancia? He comprado cajas y cajas y cada que termina el día saboreo lo que ahora representa mejor a un triángulo de amor. Y me río con esa vaca, mi risa es de satisfacción porque como dice Mariano Osorio, si amas algo, déjalo libre y si regresa es tuyo. Hoy veintitantos años después ha vuelto a mi así que aunque no lleve el mismo nombre y aunque no lo anuncie Chabelo en la tele, sé que es mío, todo mío.
Y esa vaca, sólo ríe.

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